Recuerdo la recomendación que hacía Andrés Caicedo sobre la ciudad, "[...] aprende a no perder la vista, a no sucumbir ante la miopía del que vive en la ciudad..." Desde hace un tiempo considerable, la idea de ciudad empezó a representar para mí algo más que el espacio donde habitaba. La ciudad para mi caso era Bogotá, pero la idea cubría más que eso. Comencé entonces a mirar con ojos escudriñadores lo que veía desde mi ventana, desde el bus, pero sobre todo, lo que veía mientras recorría sus calles.
Bogotá me da miedo y a la vez me atrae y me apasiona. La experimento de forma ambivalente todos los días y tomarle fotos me hace creer que atrapo un fragmento de su esencia. Viendo ahora el resultado de este ejercicio, me doy cuenta de que me quedan muchas más fotos por hacer pero que algunas de esas imágenes me ayudaron a escapar de la miopía cotidiana.
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